lunes, 22 de abril de 2013

Pesadilla en el Parque

Carta abierta al Presidente del Parque de Atracciones de Madrid;

Estimado señor; le escribo con la intención de traer a la luz un suceso producido recientemente en su Parque. Era un caluroso día de verano, y me preparaba para pasar un día agradable junto a mis amigos, pero nada podía prepararme para lo que iba a suceder. Es importante establecer a esta altura de la historia que poseo una memoria enormemente precisa, lo que significa que tendré que vivir el resto de mi vida con los eventos grabados a fuego en mi córtex prefrontal.

Como decía, era un buen día, que osciló entre los 29 y 34 grados. Tal era así, que decidí lanzar la precaución al viento y dejar el jersey en casa. Qué rábanos, un día es un día, etc.

Tras montar en varias atracciones de baja intensidad, decidimos escalar progresivamente el nivel de excitación y montarnos en otras que nos pusieran bajo mayor riesgo físico. No era consciente en ese momento lo equivocada de esa decisión.

Decidimos montarnos en una nueva atracción, el Star Flyer. Puedo decirle, dado mi altísimo nivel en Inglés Nivel Medio, que el nombre se traduce a algo así como “Volador de las Estrellas,” aunque en realidad la atracción consiste en rotar a 80 metros de altura alrededor de un eje central, alcanzando una velocidad máxima de 45km/h. Muy lejos de las alturas estratosféricas.

Recuerdo sentir - en mi profunda, extensa y ordenada memoria - una sensación de preocupación, al fin y al cabo el ser humano no ha sido creado para semejantes sensaciones. No obstante, tomé asiento y bajé la seguridad, una barra transversal que se fijaba a la altura de mi cintura. Poco después los asientos comenzaron a alzar el vuelo, y ahí fue cuando noté que algo iba mal.

Ignorando todo pensamiento racional, creí notar una vibración que ningún ingeniero encargado de diseñar la atracción había sido capaz de prever, e hice saber mi preocupación en una serie de gemidos y aullidos. Unido a un extraño movimiento pendular que no me gustaba un pelo, esta experiencia se estaba convirtiendo rápidamente en una historia de terror, provocando en mi sistema digestivo un rápido movimiento en dirección Mi Ano.

Por si no fuera poco, cuando estábamos realizando el descenso uno de mis amigos se dió cuenta de otro terrible error; había un segundo sistema de seguridad en la silla, un cinturón de seguridad que ahora colgaba, solitario e impotente, a mi lado.

Mientras veía mi vida pasar por delante de mis ojos con perfecta precisión, me acordé del técnico del Parque cuya responsabilidad era comprobar los sistemas de seguridad. ¡Su irresponsabilidad había puesto mi vida en un leve y ligeramente superior peligro! En ese momento me habría gustado dirigir un gesto obsceno en su dirección, pero desafortunadamente mis manos estaban ocupadas aferrándose a la puta barrita de seguridad.

Por suerte, unos segundos más tarde, la atracción tocó suelo, y pude bajarme intacto de aquella silla del infierno, jurándome a mí mismo el nunca someter a mi cuerpo a una actividad tan peligrosa.

Desde entonces, y por culpa de mi concienzuda memoria, sufro de una terrible fobia que me impide dejar objetos transversalmente sobre mi regazo. La barra de seguridad del Star Flyer me hace imposible, aún hoy, apoyarme una regla en la rodilla, o un plátano especialmente recto.

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