jueves, 23 de mayo de 2013

Este país está lleno de españoles

Aprovechando que vengo con carrerilla del anterior artículo, he llegado a un punto en el que necesito escupir este texto sobre lo detestable de este país, y las razones por las que me voy.

Me voy, primero, porque no hay trabajo. Porque llevo partiéndome los cuernos estudiando toda la vida, queriendo terminar y salir al mundo, para que ahora que puedo, no pueda. Llevo apretándome los dientes, esposado a una pared, queriendo ser alguien, desde que tengo uso de la razón. Como un perro rabioso, tirando de la cadena aunque se le clave. Aunque cuando le desaten no sepa a dónde ir. Y ahora que me desatan, resulta que no hay nada ahí fuera.

Me voy, segundo, para dejar atrás este estercolero. No reconozco el país que describe Reverte en su columna. Dice que éramos un país humilde y honrado, pero yo sólo veo un grupo de gentuza, machista y retrasada, queriendo parecer moderna. Somos el país de la envidia y el insulto, donde machacamos al diferente para sentirnos parte del grupo. Estoy convencido de que este afán homogeneizador nos ha matado culturalmente.

Cuando la mayor aspiración de los jóvenes es vivir una vida cómoda, contando los minutos hasta el fin de semana, no se avanza. El ideal español es conseguir un trabajo fijo, apretar los dientes, y vivir los siguientes cuarenta años esperando al viernes. Nadie se atreve a tener una idea, porque lanzarse al vacío no garantiza el éxito, y un salario constante es suficiente para ir tirando.

Aquí no inventamos Facebook, no vaya a fracasar y se enteren los colegas. Aquí hacemos Tuenti, la copia barata de un modelo que sabemos que funciona. Aquí no investigamos en música, porque al final de un día en el estudio tenemos que ir a casa y enseñárselo a la familia. ¿O se imaginan a Mick Jagger poniéndole Sympathy for the Devil a su abuela?


El mayor culpable de este fenómeno, creo, es un amor profundo por nuestro estilo de vida. Algo masturbatorio. Nos creemos superiores con nuestro sol y nuestras cañas y nuestras tapas, como si el sol sólo brillase sobre la Giralda, o como si hubiésemos inventado la cerveza. Se me irrita algo cada vez que en el extranjero un ceporro dice que echa de menos la tortilla de patatas. Porque Nueva York está bien, pero en mi barrio ponen unos pinchos de puta madre.

Estamos tan atados a nuestras tradiciones que no somos capaces de dejarlas atrás. ¿Qué mierda de fuga de cerebros es esta, una en la que la gente se va a medias? Con un ojo en el día de vuelta, y un paquete de embutidos en la maleta. La ventaja, supongo, es que todos aquellos preocupados por el futuro del país pueden dormir tranquilos, al fin y al cabo los que se van tienen marcado en el calendario el dia que volverán a por una de bravas.

Uno de los motivos de todo esto es, creo, el arraigo que tenemos con la familia. El apego corleonesco que tenemos a nuestra propia sangre es, sospecho, el gran culpable de estar tan aparcados en nuestra forma de vivir. Si el mundo avanza gracias a las innovaciones de la gente jóven, en España los pasos son más cortos, en gran medida por la constante presencia familiar en las vidas.

Vivir con la familia siendo adulto no sólo prolonga la cultura machista y anticuada de nuestros padres, sino que elimina la aspiración de romper la tradición que todas las generaciones deberían tener. Hay pocas cosas que me preocupen más que alguien de mi edad diciendo que lo que le gustaría es que las cosas siguiesen tal y como están.

En fin, que me voy. Este cerebro se fuga, porque aquí no hay nada que hacer. El problema no son ni las tasas ni las primas ni las cifras, somos nosotros. Este país está lleno de españoles.


Y para leer a continuación:
http://www.smartplanet.com/blog/global-observer/why-the-spanish-arent-entrepreneurs/9312

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